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· Carta póstuma a Pepe Cernuda
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· Charla sobre Calleja para niños
CHARLA SOBRE CALLEJA
EN EL COLEGIO SANTA MARÍA DE MADRID
25 de abril de 2012
1-Niños de 6 a 11 años

Me llamo Enrique, pero mis nietos me llaman unos “Abuelo Enrique” y otros “Abuelo Quique”.
Tengo muchos nietos. Algunos mayores que vosotros, otros más pequeñitos y otro que está en camino.
¿Tenéis un abuelo que os cuente cuentos?
Yo, a veces, lo hago, pero otras veces les hago a mis nietos cosas más difíciles, como coronas de cartón o jirafas y tortugas con una patata, y eso no todos los abuelos saben hacerlo…
Yo tenía un abuelo que se llamaba Saturnino Calleja, que no me contaba cuentos, porque el pobre ya se había muerto cuando yo nací, pero que tenía una editorial, la más importante que había entonces en España, donde se hicieron muchísimos cuentos, cientos de cuentos, y yo los tengo casi todos.
Mi abuelo tuvo cuatro hijos y tres hijas, y una de estas, que se llamaba Carmen, era mi madre.
Y como yo no conocí a su padre, que era mi abuelo Saturnino, ella me decía que era muy simpático y que sabía muchísimas cosas y que, cuando le hablabas, te escuchaba con mucha atención.
Pero hemos dicho que mi abuelo tenía una editorial.
¿Sabéis qué es eso?
Pues es una fabrica de libros y de cuentos
Cuando a alguien se le ocurre un cuento, lo escribe y lo lleva a la editorial. Allí tienen muchísimo papel, y cartón para las tapas y unas maquinas que escriben el cuento en el papel, y otras máquinas que lo cortan y hacen las páginas y otras que cosen las hojas y le ponen las tapas ¡Y ya está hecho el cuento!
Además de las páginas escritas, hay otras personan que les ponen dibujos y fotografías, para que el cuento sea más divertido, pues si solo tiene letras es un poco aburrido.
Hace muchísimo tiempo que mi abuelo hacía los cuentos, pues fundó su Editorial en 1876 ¡Hace 136 años!
Fijaos que en aquellas fechas se acababan de inventar los coches y que en Madrid no había metro, ni autobuses y solo se podía uno subir en unos tranvías tirados por mulas o en coches tirados por caballos.
Todavía no se habían inventado los ordenadores, ni la televisión, ni los teléfonos móviles, y no había consolas, ni play stations.
Y tampoco existían los bolígrafos, los “bolis” que decís vosotros, y para escribir solo había lápices o unas plumillas que había que mojar en un frasco lleno de tinta.
Y en aquella época había niños tan pobres que iban descalzos, porque sus padres no tenían dinero para comprarles zapatos.
Y, claro, tampoco tenían juguetes, y se divertían jugando con una pelota hecha con trapos viejos o tirando con una cuerda de una caja vacía que imaginaban que era un carro.
Y muchísimos niños no sabían leer.
Entonces mi abuelo Saturnino pensó que había que hacer algo para ayudar no solo a los niños pobres, sino a todos los niños de España y de todos los países en los que se habla español.
De lo primero que se dio cuenta mi abuelo fue de que las escuelas que había en los pueblos de España eran también muy pobres.
Vosotros tenéis ahora un colegio estupendo, con calefacción y con luz eléctrica.
¿A que no pasáis frío aquí?
Pero entonces no había calefacción y los profesores (que se llamaban Maestros) y los niños pasaban en invierno un frío terrible. Y cuando se hacía de noche, tenían que iluminarse con velas, como las de las tartas de cumpleaños.
Y los libros que tenían los niños, para aprender en la escuela, estaban viejos y medio rotos y eran malos y muy aburridos, sin un solo dibujo.
Entonces mi abuelo Saturnino escribió él mismo y luego fabricó unos libros nuevos y bonitos, con muchas estampas y dibujos para que los niños aprendieran mucho mejor y más deprisa a leer y escribir, y Matemáticas, Historia y Geografía y todo lo que hay que aprender en el cole, y como las escuelas eran muy pobres y no tenían dinero para comprar esos libros nuevos, mi abuelo se los regaló.
Y así los niños aprendían mucho mejor y más deprisa a leer, pero cuando volvían a sus casas no tenían nada que leer, porque los cuentos eran entonces muy caros y los padres no tenían dinero para comprárselos.
Entonces mi abuelo fabricó unos cuentecitos pequeñitos, como este que os enseño, baratísimos y con muchos dibujos, y cada uno con un chiste y un acertijo y otras cosas divertidas.
Y a esos cuentos los llamo “Juguetes instructivos”, porque quería que fueran divertidos, pero también que enseñaran cosas.
Y eran tan baratos que todos los niños podían comprarlos y así, cuando volvían a su casa, no tenían juguetes, pero sí tenían cuentos para leer, y como les gustaban tanto, los guardaban en una cajita, para que no se estropearan.
Oído alguna vez un cuento que acaba diciendo: “…y fueron felices y comieron perdices y a mi no me dieron porque no quisieron”? Pues eso se le ocurrió a un hijo de mi abuelo, mi tío Rafael, cuando era niño.
Pero mi abuelo no se preocupaba solo de los niños, pues también publicó muchos libros para enseñar a las personas mayores a hacer cosas útiles con las que ganarse la vida, como la cría de gallinas, conejos, cerdos, vacas, caballos, peces, etc. o el cultivo de flores, patatas, trigo y muchas cosas más.
Y como todo eso que hizo mi abuelo Saturnino era tan bueno y tan bonito, la hermana del Rey que había entonces en España, que se llamaba Alfonso XIII ( y era abuelo de nuestro Rey Juan Carlos) y ella se llamaba la Infanta Paz, le escribió una carta diciéndole que le admiraba mucho.
Y para recordar las cosas tan buenas que hizo mi abuelo, en su pueblo, que se llama Quintanadueñas, y en Madrid y en otras varias ciudades, hay calles que se llaman Saturnino Calleja.
Y ahora os voy a contar uno de los cuentos que hizo mi abuelo.

Enrique Fernández de Córdoba y Calleja

· CRUCIGRAMAS COVA-2
ABC deja de publicar mis crucigramas el 9 de enero de 2017. Mis seguidores podrán encontrarlos en esta web familiar.
Hay que imprimirlos y ,después, resolverlos, tranquilamente en papel.

 
 
 
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